miércoles, 17 de julio de 2013

0 comentarios miércoles, 17 de julio de 2013, 0:00

José Antonio Sanduvete [colaborador].-

     - Pues yo sí que puedo pensar en dos cosas al mismo tiempo -dijo el joven de las gafas de montura roja. - Para mí nunca fue complicado.
     - Hay para quien resulta imposible, no obstante -replicó su amigo, mientras se apartaba el flequillo de los ojos.
     - Es más, yo soy capaz de fraccionar mi mente, de llevar dos líneas diferentes de pensamiento.
     - Y eso, ¿cómo se hace?
     El joven de las gafas, entonces, se las ajustó apretando su índice contra estas a la altura del entrecejo. Tomó aire y se inclinó hacia delante, como si se dispusiera a soltar un discurso largo tiempo preparado.
     - Eso no es sencillo, en efecto. Requiere práctica, toda una vida de práctica, si me apuras. Divides tu mente en dos, y una parte no afecta a la otra. Son independientes. Una parte puede ir de compras, y la otra tomar el sol en la playa. Si lo sabes manejar, incluso sientes, a un tiempo, el frío de la sección de congelados y la tibieza de los rayos de sol bañando tu piel. Pero no son sensaciones mezcladas... son individuales, sensaciones diferentes, como si al dividir la mente el cuerpo también se hubiera dividido. Supongo que las sensaciones pasan por el cerebro, y si divides el cerebro te divides a ti mismo...
     - ¿Y eso es productivo? Lo cuentas como si pudieras vivir dos vidas...
     - ¿Que si es productivo? Imagina que puedes estar trabajando un lunes por la mañana y, al mismo tiempo, tumbado sobre la cubierta de un yate que flota sobre el mar Egeo...
     El amigo del joven de las gafas de montura roja abrió la boca, sorprendido. El flequillo volvía a caerle sobre los ojos.
     - Pero eso es genial, vivir dos vidas, ser dos personas diferentes, guardar los pensamientos de una para la parte rutinaria y los de otra para el ocio y la diversión, o para el disfrute y el cultivo intelectual...
     - Sí, y poder leer dos libros a la vez, por ejemplo...
     - ¿Puedes hacerlo?
     - Puedo. Lo hago, de hecho -el chico de las gafas de montura roja sonrió. - Uno en cada mano. Y también puedo mantener dos conversaciones al mismo tiempo. Si divides la mente no hay interferencia, solo te sometes a los límites fisiológicos. Por más que queramos, solo tenemos una lengua, y una faringe, y cinco dedos en cada mano...
     - Pero eso es increíble... podría hacerte famoso...
     - ¿Para qué? Si mi mente puede vivir dos vidas, ¿por qué desperdiciarlas mostrando a los demás que puedo hacerlo? ¿Por qué no disfrutarlas?
     - ¿Y qué haces ahora en tu otra vida?
     - En una de ellas soy un astronauta... pero mi nave se ha perdido en el espacio, navego a la deriva en el vacío interestelar... trato de comunicarme con la tierra, pero no recibo respuesta...
     - Qué angustioso...
     - En la otra me estoy tomando, en estos mismos momentos, un vino blanco en un pueblecito de la costa de Cerdeña... te puedo describir el sabor, si quieres... un buen vino, sin duda...
     El amigo del joven de gafas volvió a apartarse el flequillo. Sus ojos mostraban extrañeza.
     - Pero eso son ya dos vidas... ¿y esta, qué? ¿Y la real? Estás aquí, conmigo...
     - ¿La real? ¿Qué es la real? Real es el sabor del vino de Cerdeña... real es la angustia de estar perdido en el espacio... más real que esto... Amigo, mi mente no está aquí. Ya hace tiempo que dejé este entorno tan triste y aburrido. Aquí soy un robot, un autómata. Las mejores vidas son las vidas de la mente...
     - Pero alguna vez tendrás que volver...
     - ¿Y matar al astronauta? ¿Y dejar Cerdeña? No... antes desaparezco de aquí... aunque tampoco hace falta... se puede pasar por esta vida y tener la mente en otro sitio; en otros sitios, en mi caso. No lo dudes, resulta mucho más placentero...



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